La economía china se ha caracterizado en las últimas dos décadas por un vertiginoso desarrollo económico, impulsado principalmente por la inversión y la demanda exterior. Desde la entrada en 2001 de China en la Organización Mundial de Comercio (OMC), China ha registrado cifras de crecimiento superiores al 9%, lo que la ha posicionado como la segunda economía del mundo, sólo por detrás de Estados Unidos. China ya no es sólo la mayor potencia manufacturera del mundo, es también el banco que financia los excesos de los Gobiernos occidentales y una potencia mundial en alta tecnología.
La balanza de pagos china ha presentado en los últimos años un claro superávit, reflejando el constante aumento de las reservas de divisas debido a los altos ingresos de exportaciones y la entrada de capital extranjero. El superávit de reservas chino inyecta liquidez en la economía y produce tensiones inflacionistas y, una de las medidas para controlarla, ha sido comprar deuda pública de otros países industriales. Así, China es el principal acreedor de Estados Unidos, con más de 1,16 billones de dólares en bonos del tesoro a largo plazo, a finales de 2010.
Las autoridades chinas están siendo presionadas por la comunidad internacional para que aprecien su moneda, debido al gran déficit comercial que las grandes economías acumulan con el gigante asiático. Sin embargo, la apreciación del yuan durante los próximos años, puede ser positiva para China, debido a que la tasa de ahorro interna es muy elevada y el mayor valor de su moneda, la permitirá abaratar las importaciones de energía y bienes de equipo y estimular las inversiones chinas en el exterior, potenciando así aún más su capacidad de I+D avanzado, que además tiene unos costes de mano de obra sensiblemente menores al del resto de líderes mundiales.
La economía americana, un país consumista con unas tasas de ahorro muy bajas, se ha ido sosteniendo gracias a su capacidad de captura de recursos financieros. La compra de bonos de USA por parte de China tiene más un sentido de equilibrio estratégico que de negocio económico, debido a su continua depreciación y a su alto riesgo, pues para muchos expertos, la economía de Estados Unidos terminará irremediablemente en bancarrota. El Banco Central chino financiando el déficit norteamericano, ha contribuido a sostener la cotización del dólar, lo cual ha permitido mantener las exportaciones chinas a Estados Unidos y ha ayudado así al crecimiento y desarrollo de la economía china. Ahora, una de las más que probables contraprestaciones que puede pedir China a Estados Unidos en sus negociaciones, es la apertura de su mercado a los equipos de alta tecnología China.
Los fabricantes de equipos de telecomunicaciones chinos, con Huawei y ZTE a la cabeza, han conquistado todos los mercados del mundo, excepto el de Estados Unidos, donde han sido vetados durante años con argumentos como la amenaza a la seguridad nacional de Estados Unidos, la baja protección de los derechos de propiedad industrial de China, el dumping de precios realizado por los fabricantes gracias a la financiación por parte del Banco Central chino y los operadores de telecomunicaciones chinos, su bajo cumplimiento de las prácticas de RSC (Responsabilidad Social Corporativa), etc. Un ejemplo reciente de la imposibilidad de los suministradores chinos por acceder al mercado de Estados Unidos, es la frustrada adquisición de 3Com por Huawei, asociada con el fondo Bain Capital, en el año 2007. No obstante, ¿podrá Estados Unidos apretada por las deudas seguir empleando estos argumentos para frenar a la locomotora china?... Parece que no por mucho tiempo. Huawei y el resto de suministradores de telecomunicaciones saben que este año es el de la consolidación en el mercado de empresas y en los operadores Tier-2 y Tier-3 norteamericanos; el siguiente paso, ayudados por nuevas estrategias de marketing y de relaciones públicas y por relaciones diplomáticas con el Gobierno americano, serán los operadores Tier-1, con AT&T y Verizon a la cabeza.